Antes de empezar con el pequeño cuento que les traigo hoy, les voy a contar QUÉ es el MATE. Se trata de una bebida caliente, una infusión, que tomamos en Argentina y que tiene un fuerte componente social porque se comparte si hay más gente. Sí, todos tomamos de la misma bombilla. Se puede tomar para desayunar, merendar, o entre comidas. Tiene cafeína (mateína) por lo que no se recomienda de noche, aunque hay mucha gente que lo toma también a esas horas (yo misma lo hacía cuando iba a la universidad).
Les voy a mostrar cómo se prepara.
Before starting with the little story I have for you today, I'm going to tell you WHAT mate is. It is a hot drink, an infusion, that we drink in Argentina, and it has a strong social component because it is shared if there are more people. Yes, we all drink from the same straw. You can drink it for breakfast, a snack, or between meals. It contains caffeine (mateine), so it is not recommended at night, although many people still drink it at those hours (I myself used to do it when I was in college).
I'm going to show you how it is prepared.
“La existencia del alma en el Caio”. Hernán Casciari
El Zacarías1 y yo tomamos mate. Siempre. A cualquier hora. Las veces que estuvimos a punto de separarnos2, las veces que llegó un hijo nuevo a casa, cuando lo echaron del trabajo, cuando Argentina salió campeón del mundo, cuando se cayeron las torres gemelas. Cuando murió mamá...
Entre el Zacarías y yo hubo días sin besos a la mañana, semanas sin dirigirnos la palabra3, meses enteros sin juntar los pelos, años larguísimos sin un peso en el bolsillo. Pero no hubo nunca en nuestro matrimonio un solo día sin que él o yo nos sentáramos en silencio a tomar mate.
El mate no es una bebida, corazones de otro barrio. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse4. El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás sola. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es «hola» y la segunda «¿unos mates?».
Esto pasa en todas las casas. En las de los ricos y en las de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara5. Peronistas y radicales6 toman mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los hijos de puta.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. El Caio empezó a pedir a los cinco. La Sofi a los nueve. El Nacho a los tres. Se lo das tibiecito7, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito8 de tu sangre empieza a chupar mate9. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré10, con cáscara de naranja, con yuyos11, con un chorrito12 de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza:
—¿Dulce o amargo? El otro responde:
—Como tomés vos.
Yo les escribo siempre a ustedes con el mate al lado del teclado. Leo los comments con el mate al lado. Los teclados de Argentina y Uruguay tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Ni a la vieja Monforte 13.
Escribo esto por algo. Hoy llegamos todos de la calle y el Caio estaba tomando mate solo. Nunca antes había tomado mate solo. Siempre con el Chileno Calesita, o con la hermana, o con nosotros. Solo jamás.
Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava14 al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo15, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
El Caio no sabe qué carajo le pasa16. No va a recordar este día. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante17 para cada uno. Por adentro hay revoluciones. Yo no me acuerdo de mi día. Zacarías tampoco. Nadie se acuerda. Pero hoy el Caio empezó a tomar mate solo.
Hoy, ocho de enero de 2004, a la madrugada.
Su padre y yo, escondidos en el pasillo, empezamos a mirarlo con respeto.
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